La de horas que
pasamos en los mundos subterráneos del bistro del Everyman, mesas enormes, de
esas para acomodar a grupos, y tan difíciles de encontrar, cervezas, vinos y un
buffet con quiches, tartas y ensaladas hand-made y regado con un ambiente
acogedor, con la música no muy alta y con actores trasnochados, bohemios
progres y filosofando acerca que es la vida. Pues bien, con el derribo del
Everyman, el bistro desapareció y la sorpresa fue al re-abrir que el bar no le
otorgo la licencia a Paddy Byrne, el hombre que había llevado el bistro durante
más de 40 años. Pues bien el nuevo bar había perdido todo su encanto, ahora lo
lleva la gente del teatro y es más rollo cafetería pija. Este hombre un poco
compungido en vez de cruzarse de brazos, lo que hizo es abrir un bar en los subterráneos
del edificio adyacente al teatro. Y que
ha pasado?. Pues que este bar recién abierto, tiene el mismo encanto que
antaño, el mismo concepto, cervezas y vinos, una cocina simple y buena, y mesas
enormes en un espacio abierto bajo tierra, y ha conseguido atraer a sus viejos
clientes. Volveremos, el sitio es acogedor, se puede hablar y tiene esa esencia
de sitio en el que pasarías horas y horas filosofando acerca de nada.


